Regulación
sin
control
Con bombos y platillos se anuncia en estos días, a través de los baños en los centros comerciales, el nacimiento de una
nueva entidad gubernamental. Se trata nada más y nada menos que de la agencia de regulación, control y
vigilancia sanitaria, otra entidad más, que sin oficio ni beneficio, se sumará al infinito número de entidades que con su accionar, poco a poco, pero
de manera segura, irá restringiendo el ámbito de decisiones de los ecuatorianos.
No mi estimado lector, no se trata de una queja más contra el
gobierno, que de esas hay miles y
estoy seguro nunca cesarán de emerger, mientras los socialistas estén en el
poder. Se trata, de discutir por un momento, aunque sea de manera superficial, por
qué diablos el gobierno (verde o del color que fuese) tiene que decirnos, cómo dirigirnos, qué hacer, y cómo actuar en
cada espacio, léase bien, en cada espacio de nuestra vida.
Reflexionemos
sobre esto con un ejemplo
So pretexto de
promover el turismo (los motivos siempre
suenan geniales y en ocasiones inobjetables), ahora existe cierta entidad que va
a encargarse de vigilar que todos
los baños de las gasolineras del país estén en perfecto estado, caso contrario,
y como en todos los casos, vendrán las sanciones… ¿Pero,
qué tendría esto de malo, se me podrá preguntar? Bien pues, analicemos aquello que sin darnos
cuenta está detrás de ésta y cada actuación estatal.
¿Existe razón
alguna por la que las gasolineras del país tengan la obligación de tener los baños en perfecto estado de limpieza, para nosotros, más allá de por su propio
beneficio?
De hecho, ¿existe razón alguna por la que ellos estén en la obligación de proveernos de un baño a aquellos que siendo sus clientes o no, pasamos por ahí?
Y si tienen a
bien prestarnos el baño, ¿podemos nosotros obligar
a los dueños de dichos establecimientos, a que éstos contengan tales o
cuales características, so pena de sanciones?
No mis amigos, la respuesta es no. No poseemos ni nosotros, ni gobierrno alguno, tal derecho. Ellos colocan los controversiales baños por el simple hecho, de que les conviene, puesto que atrae a potenciales clientes, y adicionalmente, les conviene mantenerlos lo más limpios posible, puesto que en caso contrario, la razón de la existencia de éstos (es decir, atraer clientes) se perdería.
El otro motivo, el no utilitario (en el cual la defensa se
desarrolla por sus beneficios), es el moral.
¿En virtud de que argumento moral, puede
usted, obligar a alguien a tener en
su negocio, un baño limpio y en buen
estado? Si fuese así de plano, ¿no cree
usted que por extensión todos estaríamos obligados en nuestros espacios de
vida, ejemplo: nuestra tienda, o nuestro
hogar a tener un baño para un extraño?
Una vez más, no mis amigos. Tampoco estoy abogando por lugares
sucios. Estoy abogando por aquellos espacios, donde sin que nos percatemos, día
a día, la libertad se pierde. Siendo lo más irónico que nisiquiera nos demos
cuenta, y en ocasiones, se de aquello con el beneplácito de nosotros mismos.
Las razones reales
por las cuales, éstos y aquellos nos
brindan un mejor servicio, entiéndase bien, no encuentran su razón de ser
en las regulaciones, o en las leyes. Los
empresarios nos brindan el mejor servicio
posible (con sus restricciones por supuesto) por que les conviene, por que sí lo hacen así, en retorno, nos volveremos sus clientes y habrán ganado nuestra
fidelidad. Caso contrario, con nuestra
indiferencia serán desplazados por otros, que sí han sabido encontrar los
mecanismos (en este caso baños limpios) para satisfacer las necesidades de
clientes cada vez más exigentes y especiales.
Otro de los motivos de esta reflexión, es que a través de la
falta de pelea intelectual en estos espacios, es que en cierto sentido y sólo
en cierto sentido, vamos perdiendo batalla a batalla, y día tras día nuestra
libertad.
La libertad como bien anotaba alguien cuyo nombre no recuerdo, rara vez se pierde de un día para otro,
es decir, ésta suele ir desfalleciendo lenta pero gradualmente, por el sendero de las buenas intenciones,
hasta que ya no existen voces que puedan defenderla.
De
hecho, por exagerado que parezca fue así como los judíos poco a poco fueron
llevados de manera gradual pero indefectible hasta los campos de exterminio.
Finalmente,
abandono estas líneas, expresando de pasada, que son detalles aparentemente insignificantes
como estos, los que han construido el camino, por el cual llegaron los
socialistas del siglo XXI, y en lo que a mi concierne voy a darles batalla.
Lo único
necesario para que el mal triunfe es que los buenos no hagan nada.
Edmund Burke
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