Días atrás circulaba la noticia de
que uno de los lugares más tradicionales de Guayaquil Restaurant “El
Manantial de Urdesa” había cerrado sus puertas, situación que generó en las
redes sociales, las más variadas evocaciones de tristeza y nostalgia al ver que,
al parecer, éste ya no estaría más entre nosotros. Covid19 había tomado una víctima más, nos
había arrebatado al Manantial.
Para alegría de muchos de nosotros
días después se desmentía la noticia. No
era cierto, el Manantial a pesar de todos los problemas y con la valentía que hay
que tener para enfrentar la adversidad, reabriría sus puertas. Alegría y esperanzas, Guayaquil resurgía de
sus cenizas, nos estamos levantando. Esta noticia no sólo hablaba de nuestra
capacidad salir adelante, hablaba del heroísmo que se debe de tener para hacer
empresa en este país, para enfrentar lo que venga.
Este día Jueves 2 de Julio, la
esperada y alegre reapertura tenía lugar, su dueña y los pocos colaboradores
que se encontraban laborando, lo hacían con entusiasmo, y esperanza. Atendían a los pocos clientes que se iban
acercando, con esfuerzo notorio, habían contratado a una persona para hacer
tomas fotográficas, existían algunas sorpresas dentro del menú, y se alentaba a
quienes llegaban, a consumir los nuevos productos de la casa. En lo sanitario, atendían al público con todo
lo que humanamente se puede hacer, mascarillas, alcohol para las manos, la
ahora usual alfombra en la entrada del local no podía faltar.
Los clientes pocos y separados a
distancia prudencial, pues así lo había dispuesto la dueña, disfrutaban de una
sana conversación. El ambiente en
general era jovial y tranquilo. El Manantial
hacía lo que siempre ha hecho, prestarnos un lugar donde hablar de lo
cotidiano, de la amistad y del futuro.
Sin embargo, pocas horas después de abrir sus puertas, llega la policía y una Comisaria y oh sorpresa, ¡Clausuraron el Manantial! ¡Por Dios! Tomaron fotos como si de escena del crimen se tratase y le dijeron a su propietaria que no podían atender al público, que tenían que cerrar. Ella por supuesto, insistió en la legitimidad de su operación, de la reapertura, ninguna razón valió. Hicieron cerrar las cuentas de todos quienes nos encontrábamos en aquel lugar, paguen, paguen que no pueden estar aquí, se nos indicó. En una mesa incluso tuvieron un muy pequeño altercado verbal por aducir los clientes, haber sido tratados sin ninguna cortesía. Cierren, cierren, fue la consigna. La dueña indignada e impotente, decía ¡yo sabía que no me iban a permitir trabajar, lo sabía! Para el colmo de lo absurdo, el capitán ahí presente, mandó a llamar a más efectivos policiales para enfrentar a una dama que estaba cerrando las puertas de su negocio, sin mayor resistencia. No eran suficientes él, ni la Comisaria ni los 2 o 3 policías que los acompañaban para amedrentar a un propietario. ¡Necesitaban más!
Sin embargo, pocas horas después de abrir sus puertas, llega la policía y una Comisaria y oh sorpresa, ¡Clausuraron el Manantial! ¡Por Dios! Tomaron fotos como si de escena del crimen se tratase y le dijeron a su propietaria que no podían atender al público, que tenían que cerrar. Ella por supuesto, insistió en la legitimidad de su operación, de la reapertura, ninguna razón valió. Hicieron cerrar las cuentas de todos quienes nos encontrábamos en aquel lugar, paguen, paguen que no pueden estar aquí, se nos indicó. En una mesa incluso tuvieron un muy pequeño altercado verbal por aducir los clientes, haber sido tratados sin ninguna cortesía. Cierren, cierren, fue la consigna. La dueña indignada e impotente, decía ¡yo sabía que no me iban a permitir trabajar, lo sabía! Para el colmo de lo absurdo, el capitán ahí presente, mandó a llamar a más efectivos policiales para enfrentar a una dama que estaba cerrando las puertas de su negocio, sin mayor resistencia. No eran suficientes él, ni la Comisaria ni los 2 o 3 policías que los acompañaban para amedrentar a un propietario. ¡Necesitaban más!
Cuatro horas después de reabierto el
Manantial de Urdesa, éste había sido ¡Clausurado! Este es el Guayaquil, el país
en el que nos toca vivir. En el que la
indolencia, hace casi imposible generar el trabajo y oportunidades que
necesitamos para salir adelante.
Cierro estas líneas con una frase de
Ayn Rand que tiempo atrás fuera utilizada también por el Diario El Universo, y
que sigue lamentablemente teniendo vigencia:
“Cuando advierta que para
producir se necesita obtener autorización de quienes no producen nada;
cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes,
sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y
por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen
contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos
contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la
honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar,
sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.”
Joselo Andrade Rada
@JoseloAndrade
Guayaquileño
No. De Cédula: 0914780770
Actualización. El día Viernes 17 reabrió sus puertas el Manantial de Urdesa.
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